Continuando con mi anterior artículo, y retomando a su vez
el primero de mis artículos “El secreto de la luz, los orígenes de Palencia”,
continué estudiando parte de los hechos allí narrados, esta vez teniendo muy
presente el texto de Victorio Macho al que hacía referencia en mi anterior
artículo.
Había explicado de él varias de sus frases, pero no todas, seguro que de ello al leerlo os disteis cuenta.
Había explicado de él varias de sus frases, pero no todas, seguro que de ello al leerlo os disteis cuenta.
Hasta ahora en mi primer artículo había hecho referencia a
la orientación que guarda el eje de la catedral y la subida de menor pendiente
del cerro de San Juanillo hacia el punto en el horizonte en el que sale el sol
del día del solsticio de verano, el día de San Juan Bautista. Colocándonos en
su cima y siguiendo ese camino de fácil acceso hasta ella observaremos el
nacimiento del sol el día más largo del año.
Victorio Macho lo
decía de la siguiente manera:
“Nuestra luz castellana es de tal fuerza, que al posarse
en las formas del paisaje las hace
reverberar y palpitar, hasta el punto de que no podamos precisarlas sino al
amanecer o a la puesta de sol. Entonces se nos definen las siluetas de estas
lomas y estos montes como si guardaran un misterio oculto, un raro significado
que sólo se mostrará en las horas propicias”.
Como podéis leer Victorio Macho no sólo hace referencia al
momento de la salida del sol, sino también al momento de su puesta, al
atardecer. Si todo coincidía como publiqué en mis anteriores artículos, también
debía haber una nueva coincidencia directamente relacionada con el ocaso del
sol en unas horas puntuales del año. Mucha parte del trabajo ya la tenía hecha,
ahora sólo me faltaba comprobar en qué momento la luz del sol proyectaba algún tipo
de señal sobre estos antiquísimos
lugares de Palencia, así que retomé el estudio inicial partiendo de la
dirección que forma el eje central de la catedral y comencé a averiguar qué
sucedía en los momentos de la puestas de sol.
Y esta vez el trabajo para
esclarecer ese hecho fue mucho más rápido, me centré en un día totalmente
opuesto al solsticio de verano, el solsticio del invierno, el 21 de diciembre,
justo medio año después. Justo en ese día, si prolongamos hacia el horizonte la
línea que continúa el trazado del eje de la catedral (recuerdo que es el mismo
eje que el de la cripta de San Antolín), vemos que señala el punto preciso en
el mismo por el cual se pone el sol el día más corto del año, el 21 de
diciembre.
Alineación del eje de la catedral con el punto del ocaso del sol en el solsticio de invierno. |
Una vez conocido este hecho, comencé a fijarme en la fachada
de la catedral que está orientada
precisamente hasta ese punto. Esa fachada queda iluminada por la luz del
sol precisamente en ese momento, y no pude evitar mirar hacia su parte
superior. Allí se ve claramente un rosetón pero que sorprendentemente si
miramos donde se encuentra construido
vemos que se ubica justo en el centro de un triángulo, o lo que es lo mismo,
una pirámide, y esta composición en su conjunto hizo que viniera a mi mente algo
que es conocido por todos, el “ojo de Dios”, el cual es siempre representado
por un ojo en el interior de un triángulo.
Ojo de Dios. |
Ojo de Dios en la catedral palentina. |
Rosetón antes de la puesta de sol. |
Rosetón iluminado en su zona central justo en el momento de la puesta de sol. |
Rosetón justo después de la puesta de sol ya sin iluminación. |
Momento de la puesta de sol en el solsticio de invierno frente a la catedral palentina. |
Tan sólo me quedaba ya saber el lugar al que los rayos del sol iluminaban en ese instante, y si observamos lo que se encuentra situado justo delante de ella y a la misma altura, nos encontramos con la Capilla Mayor de la catedral, con su retablo mayor. Si miramos a su parte más alta, la que está a la misma altura por la que entra la luz de la vidriera, de nuevo observamos un triángulo, el cual debe quedar iluminado en ese día concreto del año por la luz del sol. Exactamente lo mismo que sucede con el gran ojo de Dios que corona la fachada de la puerta de San Antolín de la Bella Desconocida.
Ese “ojo de Dios” como había mencionado antes se asemeja mucho a una pirámide, y Victorio Macho en su escrito no se refería a nuestra catedral, sino a nuestros antiquísimos cerros con mucha más historia que la propia catedral palentina, y allí, en uno de ellos, en el de San Juanillo como mencionaba al principio, el eje de la subida de acceso de menor pendiente coincide con el de la catedral, y por lo tanto también indica el punto de la puesta de sol el solsticio de invierno, aunque para verlo nos tenemos que colocar esta vez en su parte inferior, y mirar hacia su cima, y observaremos como tras ella el sol se oculta únicamente en esa precisa hora y en ese preciso día. Y esto de nuevo hace que tenga que volver a mencionar el nombre del lugar, el cerro de San Juan, nunca elegido por casualidad, sino elegido por estos acontecimientos concretos, el solsticio de verano coincide con la festividad de San Juan Bautista, mientras que el solsticio de invierno coincide con la festividad de San Juan Evangelista, por eso el nombre conocido por todos, el cerro palentino de San Juan con la ermita de San Juan de Otero en su cima.
Estas son imágenes de los restos de la antiquísima ermita que aun se conservan en el cerro de San Juan:
Estos hechos nos llevan a la conclusión de que nuestra cultura posee sus raíces en una cultura mucho más antigua, por eso la cripta de San Antolín fue construida siguiendo el patrón de la orientación del cerro de San Juan, por eso la representación continua en la catedral de la pirámide iluminada por el sol, al igual que lo era el cerro de San Juan. A esta conclusión no sólo he llegado yo, sino que como Victorio Macho, hubo otro palentino que lo dejó escrito para que aquellos que lo supieran leer se dieran cuenta del mensaje que quería transmitir, se trata de A. Garrachón Bengoa, y quiero finalizar este artículo con unos versos suyos donde hace referencia a parte de lo aquí relatado:
“San Salvador, San Antolín, Santa María
y San Juan, son los nombres que tenía
este templo, colegiata o abadía.
Santa y vieja sepultura
desde donde se vería la llanura
que hoy le cubre con tan gótica armadura.
¿Qué sería, colegiata o abadía?
Yo me siento más creyente en este fondo
de la Cueva oscuro y
hondo.
Yo me siento más creyente porque admiro
estos arcos y estas
piedras milenarias
que parecen un suspiro de granito hecho plegarias.
Arcos góticos, romanos, criadero de gusanos,
permitidme que os toque con mis manos.
Permitidme que venere tanta gloria que se muere.
Y dejad que me arrodille y me humille
ante un resto de otro pueblo más creyente,
que llevó su fe en la frente
ensalzando la clemencia omnipotente.
Que en el fondo de la Cueva he penetrado
y creyente me he sentido
y en el brazo del rey Sancho he meditado
y un momento me he creído
que quedó paralizado…
Que en el fondo de la Cueva he penetrado.”
Recordad de nuevo mi primer artículo, y pensad qué penetra
en el fondo de la Cueva, en lugar de Cueva poned Cripta de San Antolín, y tendréis
la respuesta.
QUE EN EL FONDO DE LA CUEVA HE PENETRADO.