jueves, 25 de diciembre de 2014

Las pirámides de Palencia, tercera parte: La otra luz.



Continuando con mi anterior artículo, y retomando a su vez el primero de mis artículos “El secreto de la luz, los orígenes de Palencia”, continué estudiando parte de los hechos allí narrados, esta vez teniendo muy presente el texto de Victorio Macho al que hacía referencia en mi anterior artículo.
Había explicado de él varias de sus frases, pero no todas, seguro que de ello al leerlo os disteis cuenta.
Hasta ahora en mi primer artículo había hecho referencia a la orientación que guarda el eje de la catedral y la subida de menor pendiente del cerro de San Juanillo hacia el punto en el horizonte en el que sale el sol del día del solsticio de verano, el día de San Juan Bautista. Colocándonos en su cima y siguiendo ese camino de fácil acceso hasta ella observaremos el nacimiento del sol el día más largo del año.
Victorio Macho lo decía de la siguiente manera: 
Nuestra luz castellana es de tal fuerza, que al posarse en las formas del  paisaje las hace reverberar y palpitar, hasta el punto de que no podamos precisarlas sino al amanecer o a la puesta de sol. Entonces se nos definen las siluetas de estas lomas y estos montes como si guardaran un misterio oculto, un raro significado que sólo se mostrará en las horas propicias”.

Como podéis leer Victorio Macho no sólo hace referencia al momento de la salida del sol, sino también al momento de su puesta, al atardecer. Si todo coincidía como publiqué en mis anteriores artículos, también debía haber una nueva coincidencia directamente relacionada con el ocaso del sol en unas horas puntuales del año. Mucha parte del trabajo ya la tenía hecha, ahora sólo me faltaba comprobar en qué momento la luz del sol proyectaba algún tipo de señal  sobre estos antiquísimos lugares de Palencia, así que retomé el estudio inicial partiendo de la dirección que forma el eje central de la catedral y comencé a averiguar qué sucedía en los momentos de la puestas de sol.



 Y esta vez el trabajo para esclarecer ese hecho fue mucho más rápido, me centré en un día totalmente opuesto al solsticio de verano, el solsticio del invierno, el 21 de diciembre, justo medio año después. Justo en ese día, si prolongamos hacia el horizonte la línea que continúa el trazado del eje de la catedral (recuerdo que es el mismo eje que el de la cripta de San Antolín), vemos que señala el punto preciso en el mismo por el cual se pone el sol el día más corto del año, el 21 de diciembre.

Alineación del eje de la catedral con el punto del ocaso del sol en el solsticio de invierno.


Una vez conocido este hecho, comencé a fijarme en la fachada de la catedral que está orientada  precisamente hasta ese punto. Esa fachada queda iluminada por la luz del sol precisamente en ese momento, y no pude evitar mirar hacia su parte superior. Allí se ve claramente un rosetón pero que sorprendentemente si miramos  donde se encuentra construido vemos que se ubica justo en el centro de un triángulo, o lo que es lo mismo, una pirámide, y esta composición en su conjunto hizo que viniera a mi mente algo que es conocido por todos, el “ojo de Dios”, el cual es siempre representado por un ojo en el interior de un triángulo.

Ojo de Dios.
Ojo de Dios en la catedral palentina.
 El pasado 21 de diciembre el tiempo acompañó, hubo el sol que se necesitaba para comprobar in situ estos hechos, y observé justo en el momento de la puesta de sol este acontecimiento, el cual además fotografié para que pueda ser visto por todos. El efecto que se produce en el rosetón es muy curioso, antes de la puesta del sol toda la pirámide (incluido todo el rosetón se encuentra  iluminada, y conforme se acerca el momento de la puesta de sol, la misma va perdiendo brillo, pero a su vez ese brillo se va desplazando hacia el centro del rosetón, hasta que llega un momento en el que se concentra allí, para a continuación desaparecer y quedar también el rosetón sin iluminación.

Rosetón antes de la puesta de sol.

Rosetón iluminado en su zona central justo en el momento de la puesta de sol.

Rosetón justo después de la puesta de sol ya sin iluminación.


Momento de la puesta de sol en el solsticio de invierno frente a la catedral palentina.
De esta manera, el 21 de diciembre,  el ojo de Dios de la catedral palentina es iluminado por los rayos de sol. Esto me hizo plantearme una nueva pregunta, y es que como en el caso de la cripta en el día del solsticio de verano, si los rayos del sol iluminaban también la parte opuesta de la catedral el solsticio de invierno, también iluminarían una parte de su interior. Enseguida pensé en que la luz debía iluminar alguna parte del interior de la catedral al pasar por ese rosetón, sin embargo, sorprendentemente, el mismo no tiene apertura al interior de la catedral, pero bajo él hay otra vidriera, y esta sí que permite el paso de la luz al interior de la bella desconocida. Sorprendentemente, en ella aparece representado un ángel junto a la virgen María, y precisamente el día en el que el sol comienza a “renacer” es cuando sus rayos atraviesan esta vidriera.




 

Tan sólo me quedaba ya saber el lugar al que los rayos del sol iluminaban en ese instante, y si observamos lo que se encuentra situado justo delante de ella y a la misma altura, nos encontramos con la Capilla Mayor de la catedral, con su retablo mayor. Si miramos a su parte más alta, la que está a la misma altura por la que entra la luz de la vidriera, de nuevo observamos un triángulo, el cual debe quedar iluminado en ese día concreto del año por la luz del sol. Exactamente lo mismo que sucede con el gran ojo de Dios que corona la fachada de la puerta de San Antolín de la Bella Desconocida.


 Ese “ojo de Dios” como había mencionado antes se asemeja mucho a una pirámide, y Victorio Macho en su escrito no se refería a nuestra catedral, sino a nuestros antiquísimos cerros con mucha más historia que la propia catedral palentina, y allí, en uno de ellos, en el de San Juanillo como mencionaba al principio, el eje de la subida de acceso de menor pendiente coincide con el de la catedral, y por lo tanto también indica el punto de la puesta de sol el solsticio de invierno, aunque para verlo nos tenemos que colocar esta vez en su parte inferior, y mirar hacia su cima, y observaremos como tras ella el sol se oculta únicamente en esa precisa hora y en ese preciso día. Y esto de nuevo hace que tenga que volver a mencionar el nombre del lugar, el cerro de San Juan, nunca elegido por casualidad, sino elegido por estos acontecimientos concretos, el solsticio de verano coincide con la festividad de San Juan Bautista, mientras que el solsticio de invierno coincide con la festividad de San Juan Evangelista, por eso el nombre conocido por todos, el cerro palentino de San Juan con la ermita de San Juan de Otero en su cima.

 Estas son imágenes de los restos de la antiquísima ermita que aun se conservan en el cerro de San Juan:





Estos hechos nos  llevan a la conclusión de que nuestra cultura posee sus raíces en una cultura mucho más antigua, por eso la cripta de San Antolín fue construida siguiendo el patrón de la orientación del cerro de San Juan, por eso la representación continua en la catedral de la pirámide iluminada por el sol, al igual que lo era el cerro de San Juan. A esta conclusión no sólo he llegado yo, sino que como Victorio Macho, hubo otro palentino que lo dejó escrito para que aquellos que lo supieran leer se dieran cuenta del mensaje que quería transmitir, se trata de A. Garrachón Bengoa, y quiero finalizar este artículo con unos versos suyos donde hace referencia  a parte de lo aquí relatado:

“San Salvador, San Antolín, Santa María

y San Juan, son los nombres que tenía

este templo, colegiata o abadía.

Santa y vieja sepultura

desde donde se vería la llanura

que hoy le cubre con tan gótica armadura.

¿Qué sería, colegiata o abadía?

Yo me siento más creyente en este fondo

 de la Cueva oscuro y hondo.

Yo me siento más creyente porque admiro

 estos arcos y estas piedras milenarias

que parecen un suspiro de granito hecho plegarias.

Arcos góticos, romanos, criadero de gusanos,

permitidme que os toque con mis manos.

Permitidme que venere tanta gloria que se muere.

Y dejad que me arrodille y me humille

ante un resto de otro pueblo más creyente,

que llevó su fe en la frente

ensalzando la clemencia omnipotente.

Que en el fondo de la Cueva he penetrado

y creyente me he sentido

y en el brazo del rey Sancho he meditado

y un momento me he creído

que quedó paralizado…

Que en el fondo de la Cueva he penetrado.”

Recordad de nuevo mi primer artículo, y pensad qué penetra en el fondo de la Cueva, en lugar de Cueva poned Cripta de San Antolín, y tendréis la respuesta.
QUE EN EL FONDO DE LA CUEVA HE PENETRADO.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Las pirámides de Palencia, segunda parte: Victorio Macho lo sabía.

En esta ocasión continúo dando a conocer una parte de la historia de Palencia totalmente desconocida. Si recordáis terminaba mi anterior publicación haciendo referencia a que Victorio Macho quiso ser enterrado descansando para siempre bajo su obra maestra, el Cristo del Otero, ubicación que coincidía con la posición de la estrella Alioth, la estrella más brillante de la constelación de la Osa Mayor.
En ese mismo artículo realicé una comparación directa entre los tres cerros palentinos y las pirámides de Egipto, los tres en ambos casos ubicados en la misma posición que tres estrellas.
Todo esto me hizo pensar que quizás alguien conociera ya estos hechos en el pasado, y por una u otra razón dichos datos no hubieran salido a la opinión pública, y de nuevo por algún motivo comencé a investigarlo todo partiendo del propio Cristo del Otero, puesto que es una escultura de tal envergadura y percepción que por algún motivo hace atraer hacia ella la atención tanto de los palentinos como de las personas que visitan nuestra ciudad.



 Buscando documentación encontré un antiguo texto redactado por el propio autor de la magnífica escultura, un texto que la mano y la mente de Victorio Macho concibieron antes de que el Cristo del Otero fuese construido. El texto fue leído por Victorio Macho en el Palacio Episcopal de Palencia, y dice lo siguiente:

"El tema que nos reúne en este Palacio Episcopal, posiblemente llegará a tener gran transcendencia espiritual en nuestra ciudad y nuestro paisaje por tratarse de una obra a la que difícilmente se la podría encontrar parangón en la historia del arte cristiano; tal es el tamaño colosal que vamos a darla.
Si el Egipto creó la enigmática Esfinge que yergue su testa desde lo remoto para recibir la luz del sol, y talló las estatuas faraónicas en la piedra viva de las montañas graníticas...
Y los asirios narraron sus victorias guerreras sobre superficies monolíticas y pusieron ante el pórtico del palacio de Corsabad los formidables toros alados...
Si también la religión Budaica prodijo enormes estatuas de su dios, representándole como sumergido en profundo éxtasis de opio...
Y la mitología griega concibió el imponente Júpiter de Olimpia y elevó sobre la sagrada Acrópolis del Partenón la bella estatua de Atenea, obras de Fidias, el grande entre los grandes del arte...
Y en la isla de Rodas, el célebre Coloso de bronce fue asombro del mundo pagano...
Y modernamente existe la tan vulgar cuanto grande Estatua de la Libertad en la entrada del puerto de Nueva York...
Nunca, sin embargo, fue - que yo sepa- construida una imagen de Jesuscristo como la que nosotros nos esforzamos en elevar en medio de este paisaje bíblico de tierras de Palencia.

Yo, señores, me imagino a nuestro venerable Prelado paseando al atardecer, a lo largo de caminos y senderos, y creo comprender y descifrar las poéticas revelaciones de su mente al contemplar ese Otero cónico y perfecto, que es en Castilla algo tan elocuente como son las Pirámides en el Egipto; y no sé qué rara semejanza existe en esta geografía de << los campos góticos >> con la de aquellos sagrados lugares donde se desarrollaron las escenas del antiguo y nuevo Testamento, ya que estos otero yermos y calcinados, llamados de Cristo y de San Juan, evocan un monte Sinaí y un Gólgota silenciosos...
Pedestales propicios que desde niño presentí habrían de sostener figuras representativas de la Divinidad.
Intentaré explicarme, aunque acaso mis ideas den la sensación de que soy un divagador incorregible.

Nuestra luz castellana es de tal fuerza, que al posarse en las formas del paisaje las hace reverberar y palpitar, hasta el punto de que no podemos precisarlas sino al amanecer o a la puesta del sol, Entonces se nos definen las siluetas de estas lomas y estos montes como si guardaran un misterio oculto, un raro significado que sólo se mostrará en las horas propicias; de aquí que nos impresione y nos sobrecoja la constante variedad dentro de su aparente monotonía. Tampoco, por lo tanto, nos es posible precisar distancias,porque todo aquí tiene algo de infinito."



Estimados seguidores de "La otra Palencia", no sé si al leer este texto os ha venido a la mente alguna comparación con lo expuesto en mis dos anteriores artículos, seguro que así ha sido. Victorio Macho quiso dejar plasmado en estas palabras precisamente aquello que tras mucho tiempo de observación pude contemplar con mis propios ojos. Comienzo a hacer referencia a las frases de Victorio Macho que dejó escritas para que en el momento determinado salieran de nuevo a la luz cobrando el sentido específico que las mismas tenían:
En primer lugar hace referencia a “revelaciones” y habla de “Otero cónico y perfecto, que es en Castilla algo tan elocuente como son las Pirámides en el Egipto”. Por primera vez en esta frase compara directamente los cerros palentinos con las pirámides de Egipto, curiosamente lo mismo que yo hice en mi anterior artículo, pero el gran escultor va aún mucho más allá, les compara con lugares sagrados, refiriéndose directamente a los cerros de San Juanillo y del Otero, calificándoles a su vez como yermos, calcinados y silenciosos….
Estos puntos suspensivos utilizados por el gran escultor me dieron qué pensar, pero más intrigado me dejó aun la siguiente frase que utiliza: “Pedestales propicios que desde niño presentí habrían de sostener figuras representativas de la Divinidad.”

 
Victorio Macho califica a tanto al cerro del Otero como al cerro de San Juan de pedestales, y habla de dos figuras representativas de la Divinidad, cada una ubicada sobre cada uno de esos cerros. Todo esto antes de construirse el Cristo del Otero. Aquí puede surgir la duda de si se refería a los planes que tenía en mente de la futura construcción de su escultura maestra, el Cristo del Otero, o bien si no se estaba refiriendo al futuro, sino al pasado, si podía referirse a dos figuras que en un pasado remoto se encontraban ubicadas en la cima de ambos cerros, y que hubieran sido destruidas por completo. Esta fue la gran duda que comencé a plantearme, por lo que de nuevo volví a leer ese párrafo escrito por el insigne escultor palentino, y esta vez me fije en el adjetivo con el que se refiere a ambos cerros: “calcinados”. Ese adjetivo hace referencia a que en algún momento los mismos fueron pasto de una gran destrucción, y esto comenzó a hacer que empezara a decantarme porque realmente con esas palabras Victorio Macho no se estaba refiriendo al futuro, sino al pasado, se refería a dos figuras colosales de Divinidades que se elevaban sobre ambos cerros, algo que me continuaba pareciendo imposible, pero que no podía descartar.

Preguntando a vecinos del barrio del Cristo de manera indirecta para no condicionar su respuesta ni dar ninguna pista de lo que trataba de investigar, sus testimonios me ponían más aun tras la evidencia de que lo que Victorio Macho decía podía ser totalmente real. Los vecinos recordaban que de niños tenían un gran miedo en subir hasta la cima del Cerro de San Juanillo porque sus padres y abuelos les decían que en lo alto había un gigante. En la mayoría de ocasiones sucede que al paso del tiempo, al paso de siglos, una historia real transmitida de boca a boca es tergiversada, y únicamente mantiene ciertos detalles reales, el resto o son olvidados o son reemplazados por otros que se separan por completo de la historia real.
 El dato clave del testimonio de los vecinos era la palabra gigante, la misma podía hacer alusión a la estatua de una Divinidad que se elevaba sobre la cima del Cerro de San Juanillo.

 Si esto fuera cierto, debería existir algún otro texto o documento antiguo que lo pudiera confirmar, por lo que ese fue el siguiente paso que di en mi investigación, tratar de encontrar un documento que hiciera referencia a estatuas gigantes de Divinidades., algo que me seguía pareciendo imposible de encontrar, pero ello no hizo que desistiera de hacerlo. El tiempo pasaba y por más que buscaba no encontraba nada al respecto, hasta que curiosamente un día sin buscarlo, me encontré con un documento de mediados del siglo XIX en el cual había una ilustración al respecto que no podía ser más llamativa, se trataba de una ilustración para describir a la ciudad de Palencia, y antes de describirla os la muestro para que podáis observarla con vuestros propios ojos:



Cuando la vi realmente no me lo podía creer, en primer plano se observan unas pequeñas edificaciones que formarían parte de la antigua Palencia, pero al fondo, en el horizonte, lo que se ve resulta increíble, se observan dos figuras colosales que a cualquier palentino inmediatamente le recuerdan al porte de nuestro Cristo del Otero, dos figuras inmensas situado en lo más alto de la ciudad, las dos figuras de las Divinidades a las que Victorio Macho hacía referencia, el gigante al que temían los niños del barrio del Cristo hace décadas, la historia de Palencia que se había transmitido de boca a boca muy tergiversada y transformada en una pequeña leyenda, leyenda que se comienza a demostrar que de leyenda no tiene nada, sino que es la gran historia de nuestra ciudad, la gran historia no contada de Palencia en una época remotísima.



Victorio Macho en su texto lo dejó muy claro, pero para asegurarse de que su mensaje llegaría a los lectores, volvió a insistir porque sabía que muchos tendrían una idea suya tras escuchar esas palabras de ser un divagador incorregible.

Y en esta ocasión Victorio Macho ya no vuelve a referirse a esas figuras, sino que comienza a centrarse únicamente en los cerros. Hace mención a la luz castellana (la luz del sol) que hace palpitar el paisaje en el momento de amanecer o a la puesta de sol y menciona refiriéndose a los cerros que “se nos definen las siluetas de estas lomas y estos montes como si guardaran un misterio oculto, un raro significado que sólo se mostrará en las horas propicias”.
¿Os recuerdan a algo estas palabras de Victorio Macho? Habla de un misterio oculto que sólo será mostrado por la luz del sol a las horas propicias, exactamente ese misterio es lo que descubrí que sucedía en el cerro de San Juan únicamente el día del solsticio de verano, el 21 de junio, y únicamente en las horas propicias, justo en el momento de la salida del sol, ya que ese día se contempla como el sol sale precisamente en el horizonte por el lugar que indica la subida de menos pendiente que permite el acceso hasta la cima del cerro de San Juan.
Victorio Macho conocía a la perfección estos datos, pero sin embargo nunca lo dejó escrito con claridad, sino condensado en esas pocas frases, lo cual demuestra que realmente era un genio.

Para terminar, Victorio Macho utiliza otras palabras que de nuevo nos lo dicen todo. Menciona que Tampoco, por lo tanto, nos es posible precisar distancias, porque todo aquí tiene algo de infinito”. Con esto hace referencia por primera vez a distancias, refiriéndose a que le es imposible precisar las mismas, porque son “infinitas”.
Esta frase, que en un principio puede parecer que no dice nada, hace referencia a la distancia entre las estrellas, cuya distancia para él en aquella época era imposible de precisar. Esta frase hace relación a la coincidencia que narré en mi anterior artículo y en el que explicaba que la distribución de los tres cerros de nuestra ciudad era la misma que las tres estrellas de la Osa Mayor: Mizar, Alioth y Megrez.
Sin embargo un hecho de tal transcendencia no podía quedar reflejado con una sola frase por parte de Victorio Macho. En muchísimas ocasiones subo hasta el Cristo del Otero, y siempre pensé que ese gran mensaje tenía que estar contenido en él, Victorio Macho tenía que haber dejado escrito en su obra maestra el mayor de todos los misterios, esa referencia a las estrellas. Y tal y como hizo en este texto, Victorio nos dejó en su obra el mismo mensaje, a la vista de todos los palentinos, a la vista de todos los visitantes que se acercaran a verla, pero a la vez oculto por la grandeza de su obra.

Victorio Macho amaba a Palencia, por eso quiso descansar para siempre en su tierra natal, Victorio Macho llegó a decir que él no había hecho el Cristo del Otero, sino que el Cristo del Otero le había hecho a él. Siempre se ha dicho que los sentimientos se llevan en el corazón, el sentimiento de Victorio Macho, el gran mensaje que porta el Cristo del Otero desde hace 83 años, lo lleva escrito en su propio corazón. Quizás os puedan sorprender estas palabras, es algo que siempre digo, estamos tan acostumbrados a lo que nos rodea que nunca nos fijamos con atención en ello, Victorio Macho era justo lo que pretendía con su mensaje, que alguien se fijara con mucha atención en su obra.
A simple vista el corazón realizado con teselas cerámicas sobre el pecho del Cristo del Otero puede parecer simplemente eso, un corazón, pero para ver lo que encierra hay que mirarle con atención, y si lo hacemos, vemos que está dividido por líneas rectas en sectores, las cuales no llegan a su centro, no llegan a juntarse. En el centro de su corazón hay un círculo perfecto, hecho con teselas de un tono dorado ligeramente diferentes al resto por las que está formado. Si ahora miramos hacia su parte inferior, vemos que falta una línea recta que dividiría al corazón en 8 partes iguales. La precisión que Victorio Macho reflejaba en sus obras que un olvido así en su gran obra maestra no tiene sentido alguno. Victorio Macho de nuevo fue un genio a la hora de dejar grabada una pirámide en su obra, el olvido de esa línea era intencionado, ya que con ello  las dos líneas laterales forman una pirámide, y en su cúspide se eleva ese círculo perfecto.



Victorio Macho dejó grabado en el corazón de su obra la pirámide culminada por una estrella, representando al cerro del Otero culminado por la estrella Alioth, representando a los ojos de todos el secreto de las estrellas, permitiendo que su mensaje perdurara en el tiempo para que todos los palentinos le conociéramos.
Tal y como encabecé este artículo finalizo el mismo: VICTORIO MACHO LO SABÍA.

CONTINUARÁ