sábado, 10 de mayo de 2014

La catástrofe de Palencia

En esta ocasión quiero recuperar un artículo escrito en 1.917 por el Doctor César Juarros y Ortega, a través del que pretendía hacer un llamamiento y una denuncia pública ante la elevadísima tasa de mortalidad infantil entre los niños de Palencia. Al mismo tiempo hacía alusión al grave problema de despoblación que algo así suponía para el futuro de nuestra ciudad, al haber meses en los que el número de defunciones casi llegaba a duplicar al de nacimientos.

Este fue el texto redactado por César Juarros:

"Acaso nos califiques, lector, de sobradamente insistentes en esta nuestra campaña de fomentar el amor a los niños y de llevar a los ánimos todos el convencimiento de que mientras no sea mejor defendida nuestra infancia no podrá considerarse como probable la prosperidad nacional, pero es el problema tan urgente, tan  vital, que no hay modo de arrojar  de nosotros a la inquietud que de él emana.

Hoy, por ejemplo, nos encontramos sobre la mesa de trabajo con las cifras de la mortalidad infantil en Palencia. ¿Cómo sustraernos a la tremenda impresión que toda persona, medianamente consciente de la crisis nacional, tiene que experimentar ante ellas?

Casi seguramente el pretender contribuir a su divulgación será de una eficacia nula. Las gentes seguirán dando de lado a estas cuestiones, calificándonos quizá de aburridos y
monótonos; pero aun así y todo, puede en nosotros más la ilusión que la experiencia.

En el año, de no muy grato recuerdo, de 1.916, la cifra de la natalidad fue, en Palencia, de 36,44 por cada 1.000 habitantes, y la de la mortalidad, de 41,88.

Ya estas cifras debieran constituir por sí solas positivo motivo de preocupación, pero donde resulta totalmente inexplicable la indiferencia de los gobernantes y de los gobernados es al examinar las cantidades que traducen la mortalidad infantil.

Murieron en Palencia, durante el año de 1.916, 749 personas; de ellas, ¡¡ 354 eran niños menores de cuatro años!! ¿Habrá modo de permanecer tranquilo después de haber leído estos números?

De cada 1.000 habitantes mueren 19,66 niños, y a los niños corresponde el 47,26 por 100 de las defunciones totales. ¿Quién tan ofuscado, tan al margen de los intereses de la nación, que no sienta agitarle el alma el deseo de una protesta ruidosa?

Pero hay más, lector. Hay unas cifras que vas a conocer y que, sin embargo, serían susceptibles de una formidable aminoración. Del total de niños fallecidos en Palencia, 142 lo fueron a consecuencia de enfermedades gastrointestinales, en niños menores de dos años, lo que representa una macabra cabalgata de errores alimenticios, de prejuicios, de dislates.

¿Cómo hallar justificación para la ignorancia, para la torpeza, para la ceguera de los padres españoles? ¿A cuántos niños no has visto beber vino? ¿A cuántos niños no has oído interrumpir con su llanto la representación nocturna de una obra teatral? ¿A cuántos padres no oíste elogiar que su bebé comía ya de todo antes de los dos años?

La muerte de los niños traduce, en la mayoría  de los casos, la desidia de los padres. En otra gran parte, el abandono de las autoridades. Y cuéntese con que el caso de Palencia no es, ni mucho menos, excepcional. Es el tipo corriente de lo que ocurre en toda la nación, que camina a la ruina, a la despoblación.

En Palencia muere más gente que nace. ¿Cuál puede ser el final de una población en donde ha habido mes en que, siendo los nacimientos 41, las defunciones ascendieron a 70, como ocurrió en abril de 1.916?

No es gana de teorizar, no se pretende hacer malabarismos para asombrar al burgués; se trata de un problema vital. España va derecha a la ruina. Su hundimiento total está mucho más próximo de lo que se piensa por culpa de la disminución de su natalidad, de la persistencia de las cifras de su mortalidad, de la escasa salubridad de la mayoría de sus poblaciones y de la debilidad, física y psíquica, de la juventud.

No debiera existir en el ánimo de ningún español preocupación más honda, más intensa, que la de la falta de salud, de energías y de vitalidad de los habitantes de esta nación, tan inexplicablemente desgraciada. Pero váyale usted a las gentes con estas cosas que no tienen aspecto de tocar al bolsillo.

Aspecto nada más. En el fondo lo que palpita es una cuestión económica. No hay capital comparable a la salud. El hombre enfermo deja de producir y gasta más que en estado de salud.

Y no hablemos, para que pueda tachársenos de líricos, de la vergüenza que los datos expuestos tienen que constituir para una nación que  aspira al título de civilizada."

                                                                                       Dr. César Juarros y Ortega, año 1.917

Fuente: Real Academia Nacional de Medicina


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