El pasado fin de semana tuvo lugar la típica pedrea del pan y el
quesillo que año tras año se celebra en la ermita de Santa María del Otero
situada a media altura del cerro del Cristo del Otero.
La leyenda de la cual proviene esta tradición cuenta como
Santo Toribio trataba de combatir en Palencia a la herejía priscilianista que
comenzaba a contar con gran número de seguidores entre los palentinos del siglo
V, y éstos le hicieron huir de la ciudad arrojándole piedras, teniendo Santo
Toribio que refugiarse en el Cerro del Otero próximo a la capital palentina. La
leyenda cita a su vez que Dios decidió castigar a los palentinos haciendo que
el nivel del río Carrión se elevara de tal forma que anegara y destruyera buena
parte de la ciudad.
Esta historia ya aparece reflejada a mediados del siglo XIX
en un texto escrito por Federico Villalva, pero al mismo tiempo en ese texto su
autor ya se plantea una pregunta: ¿realmente existió una inundación que llegó a
anegar por completo la ciudad de Palencia?; y si fue así, ¿fue testigo de ella
Santo Toribio?
En principio puede parecer una pregunta difícil de
responder, pero sin embargo el tiempo siempre se encarga de dejarnos huellas de
todo cuanto sucedió.
Si realmente se produjo una inundación, debe haber pruebas
de ello en el subsuelo de la ciudad, y si se consiguen datar las diferentes
capas estratigráficas que le constituyen, y en especial la posible capa que
pueda haber sido provocada por una gran inundación, se obtendrían las respuestas
a ambas preguntas.
Gracias a los estudios que se llevaron a cabo en numerosas
excavaciones arqueológicas en las zonas próximas a la catedral, y gracias al
informe redactado en el año 2012 por Arturo Balado Pachón y Ana B. Martínez
García, en el que se recopilan las averiguaciones efectuadas en esas
excavaciones, se pueden contestar ambas preguntas.
En dicho informe se menciona que se observa una capa
estratigráfica propia de una inundación a tres metros de profundidad desde el
nivel actual del suelo de la ciudad de Palencia, y que debido a los diferentes
lugares en los que se practicaron catas se pudo comprobar que el nivel del río
Carrión se había adentrado en las calles de Palencia hasta como mínimo 400 metros más
adentro de la línea del cauce que posee en la actualidad, quedando
bajo sus aguas toda la zona comprendida entre la calle de los Pastores y la
plaza de la Inmaculada.
De esta forma las pruebas físicas aportan que realmente
Palencia sufrió una gran inundación que sumió buena parte de su casco bajo las
aguas, pero sin embargo aun nos queda la segunda pregunta por resolver, y es si
esa inundación coincidió con la época en la que vivió Santo Toribio.
Para responderla simplemente bastaría con calcular la época
en la que se formó en nivel estratigráfico causado por la inundación, y la
manera de calcular ese dato fue mediante la datación de los diferentes restos
de cerámica que se encontraron tanto inmediatamente bajo el nivel de inundación como por
encima de él, de tal manera que la inundación tuvo que acontecer en una época
posterior a la de las cerámicas que se encontraban bajo las huellas del nivel
de inundación, y anterior a la época de las cerámicas que se encontraban encima de
él, pudiéndose afirmar que la gran inundación de la ciudad de Palencia se
produjo en el siglo II de nuestra era.
Con estos datos resulta imposible que Santo Toribio pudiera
haber sido testigo de la gran inundación de nuestra ciudad, ya que ésta tuvo lugar 4 siglos antes de que Santo Toribio
viviera.
Como en la mayoría de los casos, la leyenda ha utilizado unos hechos
que realmente acontecieron amoldándolos a una historia que nada tiene que ver con los mismos,y que a día de hoy se
sigue manteniendo en forma de la tradición de la pedrea del pan y el quesillo,
en la que se arrojan bolsas a los palentinos que se desplazan hasta la ermita
de Santa María del Otero.
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